Evangelio del día 8 de agosto


EVANGELIO: Mateo 15, 21-28
En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
- «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo».
Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
- «Atiéndela, que viene detrás gritando».
Él les contestó:
- «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel».
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió de rodillas:
- «Señor, socórreme».
Él le contestó:
- «No está bien echar a los perros el pan de los hijos».
Pero ella repuso:
- «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos».
Jesús le respondió:
- «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas».
En aquel momento quedó curada su hija.

CLAVES para la VIDA
- Este relato evangélico apunta más allá de lo que a primera vista aparece. Jesús, abriéndose a pueblos “paganos” (como nos muestra el texto) y acogiendo la súplica de esta mujer extranjera, introduce como criterio de religiosidad la actitud interior del corazón y no precisamente el cumplimiento estricto de la ley; la “impureza” no está al exterior, sino que se encuentra en el corazón del hombre/mujer. Aquí se está produciendo un paso significativo: la salvación es para todos lo que se ABREN al don de Dios.
- El encuentro de Jesús y la mujer cananea anuncia y realiza ya el encuentro entre la salvación y el paganismo. Es la plegaria insistente de la mujer, su reconocimiento de que Jesús es Mesías y Salvador, donde se produce el milagro, al margen de las “purezas o impurezas” de la ley y la religiosidad vigente. El proyecto de Dios que se ofrece en Jesús está plenamente abierto a TODOS. ¡Hermosa “estampa”, cargada de fe y súplica profunda, de una sencilla mujer a favor de su hija! Reconocimiento explícito de la fuerza salvadora y sanadora de Jesús. Para mi pobre vida, necesitada también de sanación, una sugerente propuesta la del relato evangélico. ¿Y para ti, hermano/a?

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