Evangelio del día 6 de agosto (Transfiguración del Señor)


LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

EVANGELIO: Marcos 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
- «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Estaban asustados y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube:
- «Éste es mi Hijo amado; escuchadlo».
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
- «No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».
Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos.

CLAVES para la VIDA
- Se nos vuelve a insistir: en el nacimiento de la Nueva Alianza, hay también una experiencia y un testimonio directo y personal: los tres amigos de Jesús han podido “contemplar” (“templar-con”) su vida desde la nueva luz de Jesús. Si en el bautismo es el mismo Jesús quien era afirmado y confirmado en su Misión, ahora son sus amigos quienes reciben ese don y regalo y contemplan su gloria.
- Toda la historia del pueblo elegido es recogida, como síntesis, en este relato: la “voz”, la “nube”, los “personajes históricos” y... el “nuevo pueblo”, representado por los tres amigos. Antes era Dios el compañero de camino de ese pueblo; ahora, el Nuevo Pueblo tiene una presencia más cercana y tangible: Jesús se hace compañero de camino para siempre, aunque para ello tenga que experimentar el amargor de la entrega y de la muerte (algo, por ahora, incomprensible para su “nuevo Pueblo”). Y aquí estamos nosotros, compartiendo con aquellos testigos la experiencia de su presencia nueva y cercana para siempre. Porque ésta es la conclusión a la que remite el pasaje evangélico: “escuchadlo” es la sugerencia, propuesta y que aquí suena a “mandato”. ¿Quieres escucharle? ¿Siempre?

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